“Llegados al lugar llamado Calvario, lo crucificaron allí junto con los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:’Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas, 23, 33-34).
“Asumiendo semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre, se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Filipenses 2, 7-8).
“Su muerte implicó morir al pecado de una vez para siempre, mas su vida es un vivir para Dios. En consecuencia, también vosotros debéis consideraros muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesucristo” (Romanos 6, 10-11).
“Les decía a los discípulos.’El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; lo matarán, mas a los tres días de haber muerto resucitará’”(Marcos 10,1).